Durante los siglos XVI, XVIII y XVIII España, Inglaterra y Francia vivieron bajo el mandato de reyes y reinas que creían que su poder y autoridad provenían de Dios, por ello ejercieron su dominio de forma personal y arbitraria. Dichas monarquías además se caracterizaron por el desarrollo de su poder económico y político, este se consolidó incluso más allá de las fronteras europeas, es decir, en los territorios asiáticos y americanos que fueron conquistados y colonizados por estas entre los siglos XVI y XVII.
A partir de la segunda mitad del siglo XVII, muchos escritores y filósofos comenzaron a criticar a los monarcas absolutos y la manera en que estos gobernaban, así como ciertos aspectos de orden económico, político y social. Estos filósofos originaron una nueva corriente de pensamiento conocida como Ilustración. Uno de los primeros filósofos ilustrados en criticar a los monarcas absolutos fue John Locke. De acuerdo con su teoría, el poder de los reyes no provenía de Dios, sino de los propios súbditos, quienes le habían conferido la autoridad para gobernarlos. Sus ideas ilustradas tuvieron mucho éxito en Francia. Entre sus seguidores más importantes se encontraban algunos filósofos como Montesquieu, Voltaire y Jean-Jacques Rousseau.
Voltaire fue un crítico de la Iglesia católica y del fanatismo religioso, así como el máximo defensor de la tolerancia. En su obra, Tratado de la tolerancia, habló de la importancia que tenía la libertad de pensamiento y de expresión como valores fundamentales para vivir en armonía y en paz. De acuerdo con él, la sociedad debía ser gobernada por hombres sabios, cultos y educados que, mediante el uso de la razón, permitieran alcanzar el progreso, la paz y el orden social.
En su obra, El contrato social, Rousseau señala que los hombres acordaron un contrato con la finalidad de vivir en orden y en paz, sin que nadie haya impuesto dicho convenio; por tanto, la soberanía de los monarcas provenía del pueblo.
Montesquieu explicó que las leyes debían ser iguales para todos los ciudadanos que vivieran en una misma sociedad. La ley, además, debía ser un instrumento para limitar el poder de los monarcas, pues a estos también les correspondía obedecerla.
En general, el pensamiento ilustrado defendió los valores de la soberanía popular, la tolerancia religiosa, la libertad de expresión, la ley, los derechos naturales de los hombres, la seguridad, la propiedad privada, la división de poderes, la igualdad y la libertad.
El medio de divulgación de dicho pensamiento fue, principalmente, a través de la Enciclopedia. Esta obra reunió setenta y cuatro mil artículos que se publicaron en veintiocho volúmenes, en los cuales muchos pensadores, científicos, escritores y filósofos ilustrados ofrecieron diversas definiciones para explicar, de manera racional, el orden de la política, la economía, la sociedad, la naturaleza y las artes.
A lo largo del siglo XVIII, algunos monarcas absolutos asimilaron las ideas de la Ilustración, a esta etapa se le conoce como despotismo ilustrado. Con el afán de fortalecer aún más sus monarquías, aunque también con el deseo de mejorar muchas de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de sus súbditos, estos reyes llevaron a cabo una serie de reformas modernizadoras inspiradas en las ideas de los filósofos ilustrados.
De esta manera, los déspotas ilustrados asumieron una manera más racional de gobernar: promovieron el desarrollo de la economía; fundaron instituciones educativas, científicas y artísticas; redujeron el poder de la Iglesia en la toma de decisiones políticas; humanizaron las instituciones de impartición de justicia; mejoraron los sistemas de recaudación de impuestos; e idearon medidas para hacer más eficiente la administración política de sus dominios. Los déspotas ilustrados gobernaron de esta manera sin tener en cuenta a los súbditos, es decir, aquellos mejoraron muchas condiciones de vida de estos, pero no les otorgaron grandes libertades.
Entre los déspotas ilustrados más importantes de dicho periodo se encuentran Carlos III de España, Catalina II de Rusia, María Teresa de Austria y su hijo José II de Austria, Federico II de Prusia y José I de Portugal.
Conoce algunas consecuencias de la Ilustración en el siguiente video.
La década de 1780 fue una época difícil para Francia por diversos motivos. La burguesía comenzó a exigir la oportunidad de participar en la vida política con mayores libertades, además, las malas cosechas generaron escasez y hambre, lo cual incrementó la tensión social. Por si fuera poco, la Corona había gastado mucho y se encontraba en bancarrota. Para solucionar este problema, el rey ordenó aumentar los impuestos, pero los únicos que enfrentaron aquellas cargas fiscales fueron los burgueses, ya que los nobles y clérigos estaban exentos del pago de tributos.
Esta situación molestó a la burguesía y para buscar una solución se convocó a los Estados Generales para que se reunieran. En un principio, estos solo debían votar para decidir qué se haría con el tema de los impuestos; sin embargo, muchos burgueses de todas las regiones francesas plantearon sus preocupaciones en aquella esperada reunión.
En la reunión no se llegó a una solución y el Tercer Estado se autonombró Asamblea Nacional, alegando que, por representar a la mayor parte de la población francesa, contaba con la soberanía popular.
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Conoce más acerca de la época revolucionaria en el siguiente video.
A mediados de 1789, la Asamblea Nacional se reunió en el Palacio de Versalles y se comprometió a redactar una constitución para limitar el poder del monarca. Por supuesto, Luis XVI mandó a sus tropas para reprimir a la Asamblea, pero esta fue defendida por muchos parisinos. Debido a la tensión social, el pueblo de París tomó la prisión de la Bastilla para liberar a los presos políticos del absolutismo monárquico. Este hecho constituyó el inicio de la Revolución francesa.
La Asamblea redactó una nueva constitución, la cual defendió los intereses de la burguesía. En ella se estableció que Francia sería una monarquía constitucional, cuyo poder ejecutivo recaería en el rey, y el legislativo, en la Asamblea. Sin embargo, el descontento popular continuó y el pueblo apresó al rey y a su familia, y exigieron a la Asamblea que destituyera al monarca.
Finalmente, en 1792, Luis XVI fue destituido y Francia se convirtió en una república. La Asamblea adoptó el nombre de Convención Nacional y asumió el nuevo gobierno. Un año después, votaron para llevar a Luis XVI, a María Antonieta —su esposa— y a sus hijos a la guillotina. Cuando las monarquías aliadas de la familia real francesa se enteraron de las decapitaciones, estas formaron una coalición para combatir a los revolucionarios dentro y fuera de Francia.
Entre 1793 y 1794, la Convención decidió radicalizar sus posturas para controlar la avanzada contrarrevolucionaria. Maximilien Robespierre tomó el poder y se convirtió en un dictador dedicado a reprimir a todo aquel que fuera, sospechosamente, un antirrevolucionario. Su mandato se conoce como el Régimen del Terror pues, como parte de sus políticas extremas, creó un comité que tenía la misión de vigilar, detener y mandar a la guillotina, sin juicio previo, a las personas que pudieran estar en contra de la revolución. En 1794, Robespierre intentó destituir a la Comuna de París. Debido a ello, los contrarrevolucionarios organizaron un golpe de Estado mediante el cual derrocaron al dictador, quien fue apresado y enviado a la guillotina.
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En el siglo XVIII, las Trece Colonias británicas de Norteamérica eran un territorio próspero que pagaba grandes cantidades de impuestos a Inglaterra. Las leyes que imponía el Parlamento no eran iguales para los colonos americanos que para los súbditos europeos de la Corona inglesa; por si fuera poco, esta no había reconocido la ayuda militar que las Trece Colonias brindaron a Inglaterra durante la guerra de los Siete Años. Todo esto generó una relación tensa entre las colonias americanas y la monarquía.
En 1773, el rey Jorge III ordenó aumentar los impuestos a varios productos, como el azúcar, el vino, la seda, el lino, los timbres y el té. Al recibir la noticia, los colonos se inconformaron, por lo que el rey eliminó todos los gravámenes, a excepción del alusivo al té. En respuesta a la medida real, los colonos organizaron el Motín del Té: asaltaron tres barcos británicos que llegaron a Boston cargados con té y arrojaron todo el cargamento al mar. El monarca ordenó entonces cerrar el puerto de Boston, y exigió el pago total de la carga que se había perdido.
Ante el descontento generalizado, a principios de 1775, los colonos se reunieron en el Segundo Congreso Continental y allí tomaron medidas para organizar un nuevo gobierno y un ejército dirigido por George Washington. Durante ese año iniciaron los enfrentamientos armados. Los ejércitos ingleses eran superiores a los de los colonos, pero estos tenían la ventaja de conocer bien el territorio y contar con el apoyo de toda la población. El 4 de julio de 1776, en el Congreso de Filadelfia, Thomas Jefferson redactó la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América.
En 1777, los enfrentamientos armados se intensificaron. Un año después, Francia contribuyó a la independencia de las Trece Colonias enviando tropas. En 1779, España también auxilió al ejército independentista. Finalmente, en 1783, después de siete años de guerra civil, Gran Bretaña firmó los Tratados de Versalles, en los que la metrópoli reconoció la independencia de las Trece Colonias.
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En este video observarás una explicación breve de la independencia de las Trece Colonias.
Línea de tiempo con los principales acontecimientos de los siglos XVIII y XIX: